El derecho a bien morir: «¿ME HARÁN CASO?»

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Todos vamos a morir. Esta es una realidad que tenemos clara y patente cada uno de nosotros. De muchas otras cuestiones dudaremos en nuestra existencia, menos de que nuestro fin natural será la muerte. Según afirman filósofos y poetas, la muerte es la única que de verdad hace iguales a todos los hombres, sean de la raza que sean, sean más pobres o más ricos.
      Lo que afortunadamente no sabemos es cuándo llegará ese momento..., instante que en nuestra cultura se nos ha enseñado desde pequeños a temer, aunque forma parte de nuestra más básica esencia. En ciertos pueblos y culturas la muerte se observa sin temor alguno, como parte del devenir de la vida. Pero nuestra sociedad se ha vuelto más..., cómo decirlo, más artificial en algunos aspectos, sin proporcionar a ese apelativo connotaciones peyorativas. A saber:
  • La ciencia controla casi todas nuestras actividades cotidianas
  • La ciencia alarga nuestra vida de forma artificial
  • La ciencia nos evita sufrimientos que podrían ser esperados en ciertos procesos patológicos
  • La ciencia evita la muerte
  • La ciencia modifica las condiciones de la muerte
Hoy día sufrimos menos dolor, menos enfermedades y algunas enfermedades ya no son mortales cuando hace pocos años sí lo eran. Hoy día los trasplantes permiten una segunda oportunidad a enfermos con órganos fracasados. Hoy día se operan procesos que hace sólo unos años eran mortales de necesidad...
      Hoy día a la ciencia se le pide casi de todo.


He tratado el tema de la muerte digna o bien morir en diversas ocasiones.

  • «El bien morir o muerte digna»
  • «Muerte digna»
  • «Palabras prohibidas»
  • «No le doy más de dos meses...»

  • No tengo nada nuevo que añadir, aunque me gustaría tratar este tema desde un punto de vista algo diferente..., más cercano a las personas de la calle que no saben de medicina ni de ciencia ni tienen por qué. Más cercano a lo que todos sentimos como seres que pensamos y tenemos temores. Me alejo, por tanto, unos metros de mi papel como profesional de la salud y me vuelco en mi faceta más sencilla.
          Creo que todos deseamos que nuestra muerte sea lejana. Pero también creo que todos deseamos morir antes de perder nuestras facultades básicas como persona independiente que camina, vive, se vale y piensa de forma autónoma. El temor a enfermedades invalidantes tanto físicas como cognitivas nos impulsa a creer desear que la muerte nos lleve mientras estamos en plenas facultades físicas y/o intelectuales. 
          Todos deseamos que la muerte aparezca cuando seamos muy viejos, que no padezcamos una larga y horripilante enfermedad, que no suframos, no tengamos dolor, no pasemos una larga temporada en el hospital, no tengamos una larga y atroz agonía, no enterarnos de ese instante..., que sea mientras que dormimos. Deseamos pasar nuestros últimos días con nuestros seres queridos, en nuestra casa o en el ambiente controlado de un hospital. Pero aunque ése sea nuestro deseo..., lo más probable es que no sea ni cuando ni como esperamos o deseamos.
          Nuestra sociedad y sus leyes, por desgracia o no, siempre van por detrás de los avances humanos tanto sociales como científicos. Tal es así que, hoy día, una persona no puede decidir cuando desea morir: se evitan a toda costa los suicidios, tanto autónomos como asistidos... No entendemos que alguien desee morir por voluntad propia; consideramos la vida como algo bello y preciado. Pero sin embargo no desearíamos estar en el pellejo de muchas de esas personas que desean morir a toda costa porque su vida se les hace insufrible, un algo espantoso que comienza en cuanto abren los ojos por la mañana. Supongo que todos recordamos a Ramón Sampedro, marinero gallego que quedó tetrapléjico y que luchó hasta el fin por su derecho a suicidarse. Sin embargo, existen cientos de personas con su misma discapacidad física, de nacimiento o accidental como la suya, que ni se plantean esa solución a su vida. Que viven su vida con alegría y tomando lo que el día a día les regala.
          Por otro lado, hay personas que cuando conocen y entienden que sufren una enfermedad invalidante y mortal se amparan en sus creencias para llevarlo con serenidad; otras, tras conocer sus diagnóstico, deciden poner ellos mismos el fin sin esperar a que sus fuerzas se agoten. Muchos otros luchan cuando saben que padecen un cáncer y otras personas se amilanan, temen e, incluso, se suicidan ante el temor de un sufrimiento atroz.
          ¿Que quiero decir con todo esto?
          Cada persona tiene sus propios miedos, que nadie puede inferir o presuponer o ignorar. Cada persona debería poder decidir sobre su fin, sin que nadie ni nada le prive la libertad de llevar a la práctica lo que en conciencia desea hacer con su vida.
          Eso es lo que quiero decir.
         La Medicina hasta hace poco y ya cada vez menos (afortunadamente) veía la muerte como un fracaso. Ese furor científico en el que el hombre (como entidad) se vio abocado en el siglo XX y lo que llevamos del XXI le llevó, en ciertas ocasiones, a creerse vencedor en casi todas las lides y a alejarse de la muerte ante todo y sobre todo, fuera cual fuera el resultado sobre esas personas. Es por ello que realizó intervenciones (RCP, partos, intervenciones quirúrgicas...) cuyo resultado fue más catastrófico que el haber permitido a un ser humano morir de forma digna, obteniendo situaciones vegetativas espeluznantes que ya no tenían solución porque la eutanasia no es legal. Recuerdo a muchas personas en esa situación, resultado de un «no saber parar»
          Existe un documento legal, el testamento vital o documento de voluntades anticipadas (ved ejemplos en Madrid, Andalucía, Castilla La Mancha, Asturias, entre otras...) en las que la persona que lo rellena deja por escrito de forma clara qué desea que se haga en el momento en que le llegue la posibilidad de la muerte..., pero según leo en ciertos medios, por ejemplo, en este, no siempre se cumple porque puede primar el criterio médico, es decir, que el médico considere que no ha llegado su hora. O quizá no esté disponible en la CCAA donde pasemos nuestros últimos días porque fue rellenada y entregada en otra diferente. Entonces...
          La eutanasia no es legal.
          El suicidio asistido no es legal.
          Las sedaciones terapéuticas están cuestionadas en su legalidad o más bien en su ética por algunos/as.
          Entonces, ¿qué nos queda?
         Mi respuesta es fea, lo sé, pero sólo nos queda tener suerte, suerte de que la persona que nos atienda en casa o en el hospital o en la residencia sepa qué hacer y cómo, sepa parar cuando llegue el fin de verdad, no nos haga sufrir demasiado, sepa hacer uso de los sedantes y quiera utilizarlos, quiera hacer caso del documento de últimas voluntades si se ha rellenado o que la familia no se aferre al último suspiro de vida cuando llegue el fin.
         Vale. Los médicos, a veces, no desean dejar morir a sus pacientes, otros no desean hacer uso de fármacos que en su conciencia podría acelerar nuestra muerte o los familiares se apoderan de nuestras decisiones y no nos dejan marchar... En definitiva: puede que alguien ignore cual es nuestro deseo. Y nuestro fin no sea el que habíamos dispuesto, por documento escrito o mediante deseos compartidos con nuestros seres queridos.

          Por eso, yo sólo deseo que se cumpla mi voluntad, sea la que sea, cuando me plantee ese momento que espero lejano. 

          Y por ahora, nada más. Cuidaos... por favor.

    Comentarios

    Anónimo ha dicho que…
    Te deseo suerte... me deseo suerte...
    Ojalá los médicos, algún día, dejen de tener sus pacientes y los pacientes empiecen a tener médicos (extensivo a las enfermeras aunque no tanto)
    Ojalá, algún día, los políticos sean al menos lo suficientemente humanos para dejarnos morir dignamente, tal como cada uno desee, ya que no son capaces de permitir una vida digna.
    Pues eso, Lola, te deseo suerte... me deseo suerte...
    Excelete artículo.
    Lola Montalvo ha dicho que…
    DOTDOS.NET:
    sé que es feo lo que planteo, pero estamos supeditados a decisiones profesionales y legales de otros. Nuestra vida no es nuestra... según hemos llegado a creer.
    Muchas gracias por leer y por comentar. Por tus palabras. Un abrazo

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